1991: Santiago Calatrava y Joan Lerma

Ten Ros: “Es un clásico en los estudios de museología que arquitectos y diseñadores de contenidos no se entiendan”.

El arquitecto Santiago Calatrava se subió al carro de la todavía embrionaria política de grandes edificios emblemáticos en 1991, cuando el gobierno socialista de Joan Lerma planteó la posibilidad de construir una torre de comunicaciones en el Parque Tecnológico de Paterna. Esta iniciativa dejó de ser ajena al proyecto que albergaría el antiguo cauce del río Turia en el momento en que la Generalitat Valenciana decidió unir ambas propuestas. Haciendo clic aquí y aquí puedes escuchar a Ten Ros recordando los primeros contactos con Calatrava.

Fotografía de la maqueta en la que se observa, de izquierda a derecha, la Torre de Comunicaciones, el Cine Hemisfèric, y el Museo de las Ciencias.

Fotografía de la maqueta en la que se observa, de izquierda a derecha, la Torre de Comunicaciones, el Cine Hemisfèric, y el Museo de las Ciencias.

La reorientación de la Ciudad de la Ciencia que le dio Santiago Calatrava implicaba cambios en el diseño estructural y artístico, y constituía el complejo de un planetario, un museo científico y una torre de comunicaciones de 382 metros de altura (la tercera más alta del mundo por aquel entonces). Las tensiones entre el arquitecto y el equipo de Ten Ros consolidaron un pulso latente durante dos años por la orientación que debía desplegar el proyecto: frente a una línea de opinión del equipo de diseño más volcada en el contenido del museo, la convicción de Calatrava de que el continente debía primar por encima de cualquier otra característica. “Y en vez de hacer un proyecto para mejorar la sociedad valenciana desde la base, la Generalitat Valenciana apostó por la imagen”, explica el científico coordinador del proyecto inicial.

Según Joaquim Clemente, periodista especializado en información económica y redactor y jefe de información en el diario digital Valencia Plaza, de lo proyectado por Calatrava, la Torre de Comunicaciones era una infraestructura que “tenía sentido: servía para aprovechar una gran antena de televisión que permitía la difusión de televisión y también de telefonía móvil; y, además, las patas del edificio iban a ser oficinas que servirían de polo de atracción de empresas y oficinas” de las cuales, la Generalitat Valenciana, podría sacar rentabilidad económica.

Fuente: Universidad Politécnica de Valencia.

Fuente: Universidad Politécnica de Valencia.

De la misma opinión es Luis Casado—arquitecto, consejero de VACICO S.A. (Sociedad para la Construcción y Explotación de la Ciudad de las Ciencias) entre 1991 y 1995; y director de la Oficina en España de Santiago Calatrava en el momento de la proyección de la Ciudad de las Ciencias—. Afirma que la torre era, “de los tres edificios, el más funcional: todas las ciudades de la dimensión de Valencia tienen una y, además, era económicamente sostenible”. Sin embargo, nunca llegaría a construirse.

No obstante, de la valoración global del proyecto de Calatrava, Casado y Ten Ros coinciden en que con el arquitecto la idea inicial comenzó a desvirtuarse. “Tiene una forma de enfocar los proyectos que no es funcional, sino artística. Él, primero, realiza el proyecto y luego estudia la función (…) pero el edificio tenía que estar al servicio del museo y no al revés”, señala el primero de ellos.

De hecho, Ten Ros encargó a una consultora de Madrid un estudio sobre la funcionalidad de la construcción después de que Calatrava realizara el diseño clásico. El informe apuntaba que el edificio proyectado era difícilmente compatible con la idea de un museo por ser más grandilocuente de lo necesario.

Pese a las críticas que recibió la propuesta de Santiago Calatrava, en mayo de 1991 la Generalitat aprobó la cesión de terrenos, en septiembre se presentó el proyecto, y a finales de aquel año se constituyó la empresa pública que gestionaría las obras.

El enfrentamiento entre Calatrava y todo el equipo de diseño duró apenas dos años: Antonio Ten Ros, ante la falta de apoyos en la Generalitat Valenciana, presentó su dimisión en 1993 para ceder el lugar al afamado arquitecto valenciano.

Aunque el nuevo proyecto no llegaría muy lejos, a finales de 1994 comenzó a construirse la Ciudad de las Ciencias.

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